La química del beso
El beso es un acto que ha acompañado al ser humano históricamente, por ejemplo desde la cultura egipcia, donde se representaba a personas besándose en ciertas imágenes. Sin embargo hay quienes lo remontan más, como la antropóloga Helen Fisher, quien afirma que existen tres sistemas cerebrales diferentes que evolucionaron en el Homo sapiens para lograr el emparejamiento y la reproducción:
- Deseo sexual: alimentado por la testosterona, tanto en hombres como en mujeres.
- Amor pasional: parece estar vinculado a una actividad elevada de la dopamina, un estimulante natural.
- Control del apego: los niveles altos de oxitocina permite que una pareja permanezca unida el tiempo suficiente para criar hijos
El beso permite que se estimulen estos tres sistemas, lo cual nos indica la importancia de este acto en la vida del hombre. Cuando besamos se activan hasta unos 30 músculos faciales, 17 relacionados con la lengua; además, se transfieren 9 ml de agua, 0.18 de sustancias orgánicas, 0.7 de materias grasas, 0.45 de sales minerales, así como de gérmenes, bacterias y microorganismos.
El lugar fisiológico de la boca hace que sea, entre todos los órganos erógenos, uno de los lugares con más terminaciones nerviosas, incluso de los genitales. Otro factor importante es su cercanía con el cerebro que es el centro productor de las emociones y sensaciones.
Cuando unimos nuestros labios con los de otra persona, nuestro cerebro libera neurotransmisores relacionados al placer, así como las moléculas péptidos opioides, y como la oxitocina y la vasopresina, sustancias imprescindibles para el apego.
Dato curioso: El deseo de besar se denomina filemamanía.
Son muchas las sensaciones que provoca un beso en la boca, por ello se le han atribuído diferentes funciones biológicas: lograr una relación sexual, la selección de pareja e incluso la compatibilidad genética.
Su importancia en los afectos radica también en la sensibilidad de los labios, que es cien veces mayor que la de los dedos, además de que es una de las regiones del cuerpo con más representación en la corteza cerebral, lo que se relaciona con el sistema fonoarticulador, involucrado en la comunicación verbal.
Esto determina que los labios son fundamentales en la expresión del lenguaje, como se observa en pacientes con labio o paladar hendido.
Un estudio de la Universidad de Viena afirma que cuando besamos las pulsaciones cardiacas suben de 60 hasta 130 por minuto, se libera adrenalina, baja la tasa de colesterol, además al intercambiarse bacterias, se refuerza el sistema inmunitario y quemamos, a lo largo de tres minutos, unas quince calorías.
Mediante el beso podemos comunicar muchísimas cosas de manera consciente e inconsciente, como poder detectar alguna incompatibilidad genética en el otro. Hasta cierto punto besar es hacer una selección natural de nuestra especie.
También podríamos ver al beso como esta combinación única del estado sólido (el tacto), líquido (saliva) y gaseoso (aliento), que ocurre en un solo acto y que además es una herramienta de interacción social muy poderosa.
Dato curioso: Besar es una acción que ocurre en el 90% de las culturas de todo el mundo, siendo los asiáticos y de Oriente Medio los que menos se besan.
Obviamente cuando besamos no lo hacemos pensando en las hormonas ni en la biología, ya que el beso tiene un significado muy antiguo para el ser humano. Algunos estudios indican que tiene su origen en ciertas comunidades prehistóricas, donde las madres alimentaban a sus bebés pasando los alimentos masticados de boca en boca. Otros afirman que es una prolongación de la lactancia.
Sea cual sea su origen es muy claro que el beso es mucho más que un acto afectivo, va más allá de la cultura, y cada vez se hacen más descubrimientos de su implicación biológica. Sin duda, su importancia en nuestra vida es fundamental, ahora la pregunta es si como los rituales de cortejo, el beso terminará desapareciendo, mucho más ahora con el tema de la pandemia.
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